"Se llamaba Halima y tenía dos niños. El pasado 22 de abril, fue ejecutada de un disparo ante una turba de 300 personas en una aldea de la provincia de Badgis, al noroeste de Afganistán. Su crimen: ella, una mujer casada, se había fugado con uno de sus primos durante 10 días. Aunque su marido había emigrado a Irán dejándola en su país, el veredicto fue inmediato: adulterio, y la condena, implacable. El verdugo conocía muy bien a la víctima, era su padre".
Si existe un territorio donde las mujeres son tratadas y utilizadas como mercancía al servicio del "macho" dominante, ese es Afganistán.
Cuando uno
habla de VdG en países occidentales, piensa en multitud de mujeres que padecen
malos tratos en manos de sus parejas hombres, en la desigualdad real que se
encuentra el género femenino para integrarse en una sociedad pensada y
desarrollada por el hombre, hecha a su antojo, imponiendo las normas legales y
morales que les benefician y les perpetuán el control del funcionamiento político,
económico y social, no explicito pero implícito
en la interacción entre géneros.
Cuando uno
habla de países de los denominados como “islámicos”, donde la religión
imperante es el Islam, se encuentra que la VdG adquiere otra magnitud, una
relevancia y brutalidad muy distante a la occidental.