El
problema de la Violencia de Género tan en auge en nuestros días motivado principalmente
a la repercusión mediática de los casos más graves que deparan en la muerte de
la mujer en manos de su pareja o ex pareja y que debido por una parte a la
conciencia social y en otra parte (no más pequeña que la anterior) al “morbo”
que despierta cualquier clase de acto violento que provoque la muerte de un
tercero, para una sociedad habida de expresiones de violencia, es una lacra
social de origen ancestral (desde que Adán por dominante se comió la manzana…),
que se ha transmitido generacionalmente y que a lo largo de las distintas
sociedades se ha encrudecido más o menos, pero que se ha mantenido hasta
nuestros días.
Lo
femenino y lo masculino no se refiere al sexo de los individuos, sino a las
conductas consideras masculinas y femeninas, como es evidente detrás de una
“consideración” existe cierta carga de estereotipos interiorizados por quien
tiene la capacidad de generar opinión que contenga un fuerte arraigo en la cultura imperante en la
sociedad, que en la mayoría de épocas históricas a correspondido al hombre. Por
lo tanto los roles femeninos y masculinos se conforman a raíz de una relación
mutua, que no igualitaria, cultural e histórica. La sociedad articula sistemas
de género, como bien menciona (De Barbieri, en 1990), “entendiéndolos como un conjunto de prácticas, símbolos,
representaciones, normas y valores sociales que las sociedades elaboran a
partir de la diferencia sexual anatómica-fisiológica y que dan sentido a las
relaciones entre personas asexuadas”.