domingo, 6 de octubre de 2013

LA INTIMIDAD DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO...CONOCIENDO SU VERDAD.

Al pretender realizar un análisis estadístico cuantitativo sobre el número de mujeres víctimas reales que están siendo maltratadas en cualquiera de sus expresiones por sus parejas o ex parejas hombres en la actualidad en nuestro país, resulta cuanto menos complicado conocer datos generales al existir un gran número de mujeres que padecen la característica más extendida y peligrosa de este tipo de violencia, como es su padecimiento en el más absoluto de los silencios, haciendo que la labor de silenciar su maltrato se convierta en unas de sus obsesiones diarias, llegando a superar en ocasiones la obsesión que produce el hecho en sí del maltrato que padecen. 

La mujer se siente avergonzada, culpable, generadora de las causas que deparan en la violencia que padece, creyendo que socialmente el descubrimiento de su situación de maltrato le reportara más inconvenientes que ventajas. La cifra negra de este tipo de víctimas es notablemente superior a la de otro tipo penal que se da en nuestra legislación, generando este hecho un desconocimiento fehaciente sobre el número de mujeres que son víctimas de la violencia machista en nuestro país, previendo que la cifra pueda oscilar rondando el medio millón de mujeres


No cabe duda que la repercusión social que genera la posible cifra de mujeres que pueden estar siendo maltratadas en manos de su pareja, depara en terminar, si quedase alguna secuela aún, con la privacidad e intimidad que durante años se le ha querido instaurar a este tipo de violencia machista, convirtiendo esta lacra en uno de los mayores problemas sociales que padece nuestro país, el resto del continente europeo y a nivel mundial, incidiendo en las culturas donde esta clase de violencia no está perseguida legalmente sino todo lo contrario aceptada moralmente, recordemos que para que una conducta pueda ser reprochada legalmente antes tiene que estar reprochada socialmente.

Gracias a la labor desempeñada en estos últimos años en nuestro país de una forma multidisciplinar, ahondando en cada una de las causas que son generadoras de esta clase de violencia, se ha conseguido que gran parte de la sociedad española  asuma que esta clase de maltrato es un reducto social del que todos somos culpables, por producirla o por permitir su producción. Cada día es más común que el género femenino interiorice los recursos y habilidades sociales y culturales adecuados para poner fin a las situaciones de maltrato incipientes en sus relaciones, que se producen por razón de la imposición de la cultura machista, logrando que en la actualidad se haya conseguido equiparar más esa paridad  entre ambos géneros, quedando la idílica consecución de la paridad real y absoluta muy lejos de los alcances conseguidos hasta la fecha. 

Una de las consecuencias positivas que se ha conseguido es reducir de una forma considerable el tiempo que en nuestros días una mujer aguanta una situación de maltrato por parte de su pareja hombre. 

Es importante analizar la idiosincrasia del concepto de desigualdad tal y como se conoce y aplica en la sociedad actual, por lo menos en la española. La desigualdad radica en el trato que se brinda a quien se le tacha de desigual, pero este no tiene porque ser siempre negativo, en ocasiones la propia desigualdad sustenta el hecho diferenciador que sirve de justificación objetiva y razonable para un trato dispar. Realizar un trato reprochable a nivel moral se da cuando se trata igual a los desiguales o desigual a los iguales, este juego de palabras engloba en sí mismo la verdadera génesis del problema de la igualdad y a su vez la solución. 

Sería conveniente interiorizar globalmente que los géneros, el masculino y el femenino  no son iguales en determinados aspectos; biológicos, genéticos, personales, etc, por lo que es lógico pensar que exista cierta desigualdad justificada respecto de estos hechos, pero si son iguales en otros muchos, principalmente los derivados de cuestiones que se generan del proceso socializador, por lo que bajo ningún concepto tienen cabida la desigualdad injustificada que emana de los reductos culturales y sociales de las sociedades patriarcales que moldearon la estructura de las relaciones de poder entre ambos géneros.

El fin del sexismo dimanante de los sistemas patriarcales será el comienzo del fin de la violencia por razón de GÉNERO.



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