Existe en diversa literatura específica sobre el tema que versa el presente Blog, una comparativa para explicar la implantación el desarrollo y las consecuencias de esta clase de lacra, que es la violencia que padecen las mujeres en todos los ámbitos por haber nacido mujer. Se tiende a comparar la estructura de un árbol, realizando un símil entre este y la violencia por razón de género, para nominarlo de alguna forma objetiva he optado por definirla como la "teoría del árbol generologico".
La
idiosincrasia del problema del maltrato a la mujer por el hecho de serlo, se
puede asemejar a un “árbol”, haciendo un
análisis de la estructura de la violencia por razón de género se aprecia que
las ramas, hojas y frutos del árbol serían los resultados visibles de la violencia
machista; los casos denunciados, las muertes producidas, las mujeres que
solicitan auxilio, etc.
Existen manifestaciones previas físicas y psicológicas
por parte del hombre delincuente, que dan pie al resultado del maltrato, como;
formas de producirlo, tipología de la agresión, estrategias de dominio,
técnicas de control, etc, que son el
sustento y la base para la producción final de los episodios violentos, lo que
en la estructura del árbol se equipararía con el tronco como sustento de las
ramas, hojas y frutos.
Pero esta violencia no radica en actos impulsivos por
falta de autocontrol, por lo menos en la génesis de la causa en la que se
cimienta. Como se ha manifestado por activa y pasiva en diferentes entradas del presente Blog,
existe un desencadenante explicito y totalmente definido que produce como expresión
más cruel los actos de violencia de la clase que sean hacia la mujer, por el
hecho de ser mujer. Las secuelas y estereotipos machistas que durante toda la
historia de las civilizaciones ha predominado en las interacciones entre
géneros, han producido que en la actualidad, pese a la gran labor ejercida para
minimizar sus efectos, queden resquicios de este machismo interiorizado en gran
parte de los sujetos que conformamos la sociedad, tanto hombres como mujeres.
Estas causas intrínsecas en lo más profundo de las relaciones sociales son las
raíces (como las del árbol) que sustentan y alimentan el desarrollo de
actitudes machistas en ocasiones violentas (tronco), que tienen como resultado
las consecuencias más visibles para el conjunto social mediante víctimas
mortales, denuncias, etc, (hojas y frutos).
En
el momento que nacemos ningún niño lo hace siendo seguro, decidido y dominante,
así como ninguna niña lo hace siendo dulce, tímida o sumisa, estas cualidades
que se nos presuponen por el hecho de nacer hombre o mujer, son roles de género
que se transmiten e interiorizan a través del proceso de socialización.
Al
encontrarse dicho proceso viciado por la acción del hombre (no el “hombre” como
ser humano errónea y machistamente utilizado, sino el hombre como género
masculino), se adjudican dichos roles estereotipados que condicionan
desde la más tierna infancia las posiciones y estatus que los niños y niñas
adquieren en sus relaciones sociales.
Es
a través de dicho proceso de socialización donde se esconde la llave que abre
la puerta hacia la igualdad total, acerca de los derechos, deberes y libertades de las mujeres
respecto a los hombres por razón de su género.
Las sociedades se socializan
amparándose en la transmisión cultural de patrones estereotipados de conducta,
comúnmente asimilados como normales, que
tras la interacción entre géneros donde predominan estos pensamientos
erróneamente interiorizados, se produce como consecuencia principal la continua
sumisión impuesta a la mujer y por consiguiente
la privación de la paridad real entre ambos géneros. La educación a
todos los miembros que conforman el proceso socializador, es la solución a tan
grave lacra social, la violencia de género se conseguirá exterminar cuando todos
veamos la vida a través de las “gafas moradas”, cuando consigamos ver a través
de la feminidad que todos llevamos dentro.
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